sábado, 5 de septiembre de 2015

Prefacio

¿Cómo mi tranquila y feliz vida pudo haber cambiado tanto?
Hace meses yo estaba feliz, con la compañía de mi familia las manadas y sobretodo con la compañía de mi mejor amigo. Jacob Black. Él es un metamorfo, el alfa de su manada; un chico jovial, divertido, y a veces un poco rebelde. A papá no le gustaba mucho que estuviera con Jake —mi lobito, como solía llamarlo— pero todo era por sus celos de padre y porque Edward Cullen era el vampiro más sobreprotector de todos.
Me causaba risa ver la cara que ponía cuando veía a Jake muy cerca de mí. Pero lo bueno es que siempre estaba mamá para calmarlo.
Cuando tenía cinco años —y aparentaba ser una adolescente de 15 años— me entere que era la impronta de mi mejor amigo. Claro que yo ya sabía lo que eso significaba, no por nada siempre prestaba mucha atención a las reuniones de los Quileutes. Al principio me sorprendió, pero luego lo comprendí todo, la preocupación de Jacob por mí, siempre cumpliendo cada uno de mis caprichos, los celos que sentía cuando me veía hablar con algunos chicos del instituto —pero que en ese momento yo pensaba que eran celos de hermano—. Y entonces mi corazón empezó a latir mucho más rápido de lo normal, pero no por el miedo de que casi le pertenecía a Jake, sino por la felicidad, la felicidad de saber que pasaría toda la eternidad con mi lobito, y el temor que sentía de solo imaginar el día que Jacob se imprimara y me dejara se desvaneció en el instante en que recordé sus celos.
Jacob me consideraba suya, y por eso papá se ponía un poco borde con él.
Claro que papá puso sus normas cuando leyó mi mente que ya sabía sobre la imprimación de Jake. Y le advirtió a Jacob que no intentara tener una relación conmigo hasta que por lo menos pasaran unos años, y mi lobito acepto y dijo: “He esperado por ella cinco años, crees que no podre esperar cinco, diez o hasta un siglo por ella”. Papá sonrió sin poder evitarlo, seguramente porque encontraría la misma respuesta en la mente de Jake.
Dos años y tres meses después mi vida cambio.
Jacob salió a hacer su ronda por el bosque, pero esta vez él no regreso al amanecer y no subió a mi habitación a darme los buenos días como siempre solía hacerlo.
Me quede sin mi mejor amigo, y sin mi futura pareja de eternidad.
Estaba devastada, y tío Jasper ya no podía hacer nada por mí. Cada día estaba peor, zambullida de lleno en la depresión.
Pero un día todo cambio, un rayito de luz entro en mi vida sin sol, resurgió la esperanza. Tal vez podría ser feliz nuevamente, y todo gracias a ese par de ojos de un profundo azul.